La comprensión

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He descrito aquí el tema a grandes rasgos y de manera global. Igual que en la vida, estas generalidades no hacen justicia a la plenitud de lo concreto. Vistas de fuera, la guerra y la paz parecen, en su alternancia y su dependencia mutua, como una fatalidad insoslayable. Y lo son mientras los nexos más profundos entre guerra y paz permanecen en la inconsciencia de nuestra propia alma, inaccesibles para lograr una comprensión esencial.

Una comprensión es que cada conflicto grande está destinado a fracasar. ¿Por qué? Porque niega lo que es obvio y porque desplaza hacia fuera lo que sólo tiene solución dentro de nuestra alma.

Con eso, no quiero decir que todos los conflictos se pueden arreglar de esta forma, ni que podemos acomodarnos sin conflictos. Éstos pertenecen inevitablemente al desarrollo de los individuos y de los grupos. No obstante, las comprensiones esenciales permiten solucionar los conflictos de mejor manera, con más discernimiento y con el reconocimiento de las necesidades de cada parte así como los límites que les son determinados para una solución concertada. Al final, toda paz se alcanza a través de una renuncia.

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La paz interior
El individuo vive constantemente un conflicto interno entre sus sentimientos, necesidades y pulsiones. Cada uno de ellos es importante pero sólo pueden prevalecerse y alcanzar su meta en la medida en que se respetan mutuamente y encuentran un acuerdo. Al hacerlo, algo obtienen a la vez que, con miras a la totalidad, deben renunciar a algo. Cuando están en equilibrio entre ellos, nos sentimos buenos y en paz. Pero mientras se mantienen en conflicto, mientras sus límites y sus posibilidades no se han establecido, nos sentimos mal a gusto, quizá también agitados, a veces enfermos y agotados.

La pregunta es: ¿se trata aquí solamente de un conflicto interno o de un conflicto externo trasladado al interior? Pues, se trata de un conflicto tanto interno como externo. Para entender mejor esta combinación entre interior y exterior, me conecto de nuevo con el campo del espíritu.

La paz en un campo del espíritu requiere sine qua non que todos los que le pertenecen estén reconocidos igualmente como pertenecientes al campo. Esto se logra solamente cuando los “buenos” han examinado lo malo y lo peligroso de su propia buena consciencia. Sólo entonces logran sobrepasar los límites de la buena consciencia, aunque sea con un sentimiento de culpa y mala consciencia. Sólo entonces consiguen dar, en este campo, un lugar con los mismos derechos a lo excluido, sobretodo a las personas excluidas.

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