Taller del Enojo – 26/09/2021

La ira es un elemento de las relaciones humanas y como tal suele hacer acto de presencia en los conflictos. El origen de la ira puede depender de varios factores, y los científicos, que durante decenios habían definido la ira en términos más o menos dicotómicos –emoción vs cognición-, empiezan a rechazar esa idea.

Como suele ocurrir con muchos elementos o conceptos que intervienen en la vida de las personas, con la ira es importante intentar tener en cuenta su parte positiva, aquélla que nos puede ayudar a resolver los problemas. Recordemos lo que ocurre cuando, en algunas disciplinas deportivas –tales como las artes marciales-, la violencia del ataque que nos está dirigido lo podemos aprovechar en nuestro favor. Se trata, en definitiva, de dominar la situación o, por lo menos, de gestionarla adecuadamente.

No hay que pensar en la ira como algo a eliminar a toda costa. Su aparición nos puede dar un aviso sobre una necesidad insatisfecha o sobre algo que requiera ser atendido. Para gestionarla de manera eficaz, debe abordarse su estímulo subyacente y poner atención a sus componentes, tanto fisiológicos como cognitivos.

Enfermedad y necesidad de Compensación

Quiero decir algo sobre la enfermedad. Solemos considerar la enfermedad como algo físico, y tratamos al cuerpo. Pero si observamos las enfermedades ¿cuál es la primera reacción?: queremos deshacernos de ellas. 

Lo primero que aparece es: «quiero deshacerme de ti». Y esto es un movimiento fundamental en la familia. Las enfermedades surgen cuando uno quiere deshacerse de algo, cuando queremos deshacernos de una persona. A veces también cuando queremos sacarnos de encima una responsabilidad. 

El movimiento sanador es precisamente el contrario: tomamos a la enfermedad en nuestra alma, asentimos tal cual es, le damos un lugar en nuestra alma, espíritu y cuerpo. Y, a veces, cuando un hijo enferma y los padres quieren deshacerse de la enfermedad por el hijo, se da una situación similar en la familia: uno de los padres quiere, o quiso, deshacerse de algo, en especial, de alguien de su familia. El ejemplo más impactante es el aborto. Y todo niño abortado sigue presente. No se pueden deshacer de él. Eso tiene un efecto en los hijos. En todos los hijos, simultáneamente en la familia.

Y la pregunta es: ¿cómo tratamos esto ahora?

En una situación así, en el alma se produce una necesidad de compensación, que es un movimiento de la conciencia. 

En los movimientos de la conciencia sucede que, por un lado, dentro de unos límites, estos movimientos están al servicio de la vida. Pero continuamente vamos más allá de esos límites y ocurre lo que se da en otros movimientos de la conciencia: ese movimiento al servicio de la vida lleva también a la muerte. 

Existen dos movimientos de la conciencia, y cuando el movimiento de la conciencia es una necesidad de compensación lleva a la muerte. Porque va más allá de los límites de la conciencia, y lo curioso en esto es que cuando nos ponemos en el movimiento de la conciencia que lleva a la muerte, tenemos la conciencia tranquila: la buena conciencia lleva a la muerte. En la familia los hijos están intrincados en ese movimiento. Es decir, que si uno de los padres está queriendo compensar de una manera que lleve a la muerte, un hijo lo hará por él; por ejemplo el hijo enferma y muere.

La necesidad de compensación es una necesidad fundamental y a menudo tiene un buen efecto; por ejemplo en la pareja cuando el hombre le regala algo a la mujer, lo regala con amor, y ella tiene la necesidad de compensar y también le quiere regalar algo. Si no compensa, si solo toma sin dar, tendrá mala conciencia. Si tiene mala conciencia le regala algo al marido, le regala un poquito más y él también tiene mala conciencia y le regala algo a ella, también con amor. Es decir, que esta necesidad de compensación está al servicio de la vida y del amor, en este contexto.

También existe la situación en la que no podemos compensar, por ejemplo con respecto a nuestros padres. Dan tanto que nosotros jamás podremos compensarles. Pero entonces transmitimos lo que hemos recibido de ellos, por ejemplo a hijos propios y entonces también nos sentimos bien, es decir, que compensamos al transmitir, y así vemos que es un buen movimiento.

Ahora, si el hombre le causa algún daño a la mujer, algo que le duela, ella también quiere compensar haciéndole algún daño a él. Y cuando lo haya hecho, los dos se sienten mejor; él estaba esperando a que se le compensara. Pero en general, por ejemplo cuando el hombre le causó un daño a la mujer, ¿cómo reacciona ella en el alma?: ella quiere que él muera.

Cuando alguien nos causa un daño queremos venganza; si realmente lo comprobamos en nuestra alma, vemos que queremos que muera. Cuando queremos justicia por algo que nos han hecho, ¿qué queremos?: que muera. Y si le pedimos a Dios que sea justo, ¿qué queremos?: que deje morir a alguien, que lo mate, por así decirlo y además que por siempre lo mande al infierno.

Todos éstos son movimientos de la conciencia.

Y si yo le causo algún daño a alguien, por ejemplo cuando las madres abortan a un hijo, o si por ejemplo, en un accidente de coche alguien mató a otro, sin intención, ¿qué ocurre en su alma?: quiere sufrir en la misma medida. ¿Qué ocurre el en alma de una madre que abortó a un hijo?: quiere morir como el hijo. Se puede observar. A veces enferman para expiar y cuando enferman ¿cómo se sienten?: mejor. Están compensando.

Pero sin amor. Al hijo no lo toman en la mirada. La necesidad de compensar es muy individual, pero la necesidad de compensar luego es transmitida a otros en la familia. Entonces expía un hijo, que enferma y quizá muere, con la conciencia tranquila. Está al servicio de la compensación. Es decir, que la necesidad de compensación en este contexto, es el movimiento contrario a la vida. Lo podemos ver entre los pueblos. Cuando un pueblo le causó un daño a otro, el segundo quiere vengarse para compensar y entonces mueren miles de inocentes, solo por la necesidad de compensación. Es el trasfondo de muchas guerras. Todo con la conciencia tranquila.

Y en esta necesidad estamos prisioneros, dentro de la conciencia. Dentro de la conciencia nos volvemos inhumanos para con nosotros y los demás. Ahora, tenemos que tener en cuenta que aquí lo he dicho de una manera muy fuerte. 

Si alguien ahora es ayudador, psicoterapeuta o constelador y se encuentra dentro del marco de la conciencia, ¿qué hace? Se vuelve dependiente de la conciencia, al servicio de la muerte. Ahora, este nuevo movimiento, moverse con el espíritu, nos ayuda a ir más allá de los movimientos de la conciencia, nos conectamos con el movimiento de espíritu ante el cual no existe culpa ni inocencia, ni el bien ni el mal. Este movimiento mueve a todos tal y como es. Por eso tampoco nadie sufre daño en ese movimiento, porque, en definitiva, abarca a todos en la misma medida. Y esto ahora es una declaración muy arriesgada: cualquier otro enfoque es equivocado. Desde lo que podemos vivenciar en el interior, todo otro movimiento es equivocado. Con este movimiento todos son iguales y todos en la misma medida son reintegrados a ese amor del espíritu, están contenidos, cuidados en él.

Bert Hellinger

Taller de Constelaciones 11/09/2021

«El orden viene primero, luego el amor», nos dice Bert Hellinger

“Todos los hijos son buenos y sus padres también”

Pero si observamos, hay niños difíciles y hay padres difíciles. Y padres que se preocupan por sus hijos e hijos que se preocupan por sus padres. ¿Cual es en realidad el trasfondo de este tipo de preocupaciones? ¿Cómo puede ser que los hijos se tengan que preocupar de sus padres? ¿Y cómo puede ser que padres necesiten preocuparse por sus hijos? Y son preocupaciones con amor.

Sin embargo esas preocupaciones se oponen a la sintonía en la familia. Hay que observar que cuando los padres miran a sus hijos, ¿realmente ven a sus hijos? Y cuando los hijos miran a los padres, ¿realmente ven a los padres?

¿O sería útil ver más y comprender más lo que se manifiesta? A eso vemos que algo se opone. El hijo dice: ¿yo? y a los padres ¿tú? Y los padres dicen: ¿yo? Y a los hijos, ¿tú?

Pero los padres alguna vez fueron hijos con padres propios, por los que ellos se preocupaban y con padres que se preocupaban por ellos. ¿Y cómo puede ser? Porque esos hijos dijeron ¿yo? y a sus padres ¿tú? Y los padres dijeron ¿yo? Y a los hijos ¿tú?

Ahora una de las grandes experiencias de las constelaciones familiares, es que estamos unidos a muchas personas al mismo tiempo. Cuando los padres miran a sus hijos y dicen tú… no ven con quien está unido ese hijo con amor, mucho más allá de los padres. Por ejemplo, el hijo está unido con un amor muy profundo con los hermanos que no viven, que han sido olvidados…. El hijo está unido también con amor profundo a los hijos abortados y está unido con amor profundo a otras personas de la familia de los padres, a quienes tampoco recordaron los padres. De repente los padres al mirar al hijo deben ver aquí que hay muchos al mismo tiempo. Y el hijo es uno de muchos con quienes está unido.

Los niños adoptados – Meditación

Cierren los ojos.

Me imagino que ahora hay un niño adoptado y ese niño me dice que fue dado por los padres, y ese niño está enojado con los padres. Siente que fue dejado de lado y en cierta manera también rechaza a los padres.

Yo le digo al niño, mira a tu madre tal como es, ella te dio la vida, solo ella. Tú tienes la vida a través de ella. Pero esta madre está al servicio de una fuerza superior, de la que surge toda la vida y esa fuerza ha determinado que ella es para ti tal como es. Solo, porque es como es, pudo ser tu madre y ella te ha regalado la vida. Toda la vida, no faltó nada, tú has recibido todo de ella, porque estaba al servicio de esa fuerza. Y te dio la vida a un precio alto. Y que te haya dado la vida a ese precio la va a acompañar durante toda una vida, y ella paga un precio alto por tu vida.

Y ahora la miras y miras por encima de ella, más allá de ella, a esa fuerza y le dices: tú me has dado esta madre, como mi madre, para que yo pueda estar vivo. Yo tomo la vida a través de esta madre, tal y como es y a todo el precio que a ella le costó y que a mí me cuesta.

Y ahora miras a tu madre y le dices: “Querida mamá ”, «tú me has sido regalada como mi madre, tal cual eres. Solo porque eres tal como eres yo fui tu hijo y así lo tomo de ti, con todo lo que acompaña y me vale el precio alto que estoy pagando y hago algo bueno con eso, para tu alegría. Debes saber, que de todo esto que tú me regalaste, algo grande va a surgir y siempre vas a seguir siendo mi madre y siempre te llevo en mi corazón, con amor. Gracias».

Y ahora miras a tu padre de la misma manera, tal y como es, tal cual es. Miras por encima de él, hacia esa fuerza grande, que lo ha determinado a él como tu padre. Y le dices «gracias, te tomo a ti como regalado por esa fuerza, solo a través de ti tengo mi vida, solo porque eres tal como eres yo estoy vivo. Gracias. Y lo tomo al precio completo que a ti te costó y que a mí me cuesta. Y hago algo bueno con ello, para tu alegría».

Y luego miras a tus padres adoptivos y miras más allá por encima de ellos. A esa fuerza grande. Esa fuerza grande los eligió para ti, para que te mantengan con vida, y los miras tal como son, tal cual son. Y les dices a ellos, «gracias. Tomo todo lo que ustedes me han regalado, a todo el precio que a ustedes les costó y que a mí me cuesta. Y hago algo bueno con ello para vuestra alegría».

Y ahora miras a tus padres y a tus padres adoptivos, por encima de ellos, a esa gran fuerza y dices: “yo lo tengo todo. Ahora soy libre. Ahora vivo, y vivo totalmente, y transmuto lo que me fue regalado con amor”.