Existen dos tipos de conocimiento. El primero es: conozco algo que existe. Por ejemplo, puedo contar el número de participantes aquí presentes. Tengo el conocimiento de cuántos han venido. Para eso, ellos tienen que estar ya aquí, para que los pueda contar y saber algo de ellos. Eso es el modo de conocimiento del que habitualmente hablamos.
El conocimiento del espíritu en cambio es siempre nuevo, no se refiere a nada que ya esté aquí. Es siempre nuevo.
Además, los movimientos que nos mantienen en´la vida no son establecidos una vez para siempre, sino que se renuevan en cada instante. Siempre nuevos. Todo lo que transcurre en nosotros es siempre nuevo. No hay nada viejo. Todo lo que se mueve lo hace alejándose de algo ya existente hacia algo nuevo. De esta manera, estamos continuamente mantenidos en movimiento y en vida por este espíritu.
Este conocimiento del espíritu por ser nuevo es primero. Es conocimiento creador. Nos podemos adentrar en el movimiento del espíritu con un conocimiento creador y eso se llama mística natural.
Al sintonizar con este movimiento creador, al pensar en modo creativo, nuestro pensamiento se alinea con el movimiento del espíritu. Entonces, conocemos de modo directo lo nuevo que a su vez sirve a la vida y al amor.
Asimismo, todo lo que pensamos tiene efecto. Pero no siempre está en armonía con el movimiento del espíritu. Mucho de ello se encuentra en oposición, por decirlo así, al movimiento. Pero eso no tiene importancia. Si pensamos errado, esto sirve para educarnos, porque nos tocará sentir los efectos. Y así, maduramos y aprendemos. Sin deslices y sin errores no puede haber desarrollo. Todo crecimiento se basa en fallos. La infalibilidad es lo peor que hay, porque todo se detiene ahí.
Eso constituye la mística, una mística muy corriente, surgida de la observación directa de lo que hay.
Bert Hellinger