Ir y venir
La felicidad nunca llega tarde. Algunos esperan que la felicidad les llegue. Ella, entonces, se hace esperar. Es mucho más sencillo que nosotros vayamos hacia ella. Entonces siempre la alcanzamos. Marchamos hacia la felicidad y damos el primer paso. El primer paso hacia la felicidad es el primer paso hacia nuestra madre. Algunos esperan que la madre venga. Ella no necesita venir, ella ya está aquí, todo el tiempo ella ha estado aquí. Damos entonces el primer paso hacia nuestra madre y alcanzamos la felicidad.
La felicidad está cerca
Quiero agregar algo importante sobre la felicidad. Primero, la felicidad está cerca. Algunos buscan la felicidad en la lejanía. Sueñan con ella y todo el tiempo pasan por alto que la felicidad se encuentra directamente a sus pies o inmediatamente frente a ellos. Sí, la felicidad está cerca. Vamos hacia la felicidad cuando miramos al otro a los ojos, así de simple. Delante nuestro hay alguien. Lo miramos a los ojos y seremos felices, inmediatamente seremos felices. Sí, la felicidad está cerca.
La felicidad es sencilla
Segundo, la felicidad es sencilla porque es profunda. La vida simple, la vida cotidiana es la vida feliz. Muchos esperan un gran acontecimiento. ¿Y si viene, qué harán? Sentarse a la mesa y comer con los demás. Eso también lo pueden hacer cualquier otro día. Eso está cerca y es posible, no hay porque esperar ese movimiento simple que nos une a los demás.
La felicidad sirve
¿Qué otra cosa hace feliz? Yo no sé si debo decirlo. Pero es tan simple. Seremos felices cuando servimos. Cuando alguien sirve, cuando está a disposición de otro y le da algo, será feliz. Y sobre todo feliz será el que sirve. Cuando se acaba el servicio, se acaba el amor.
Esto vale también para la relación de pareja. Allí donde disminuye el servicio, disminuye el amor y disminuye la felicidad.
¿Qué hacemos entonces? Hacemos algo, algo muy sencillo que alegrará al otro y a nosotros mismos. También la alegría es sencilla. Toda gran alegría es sencilla. ¿Cuál es la alegría más grande que yo vi en mis 82 años? Cuando los padres miran a un niño pequeño. La alegría en los ojos de los padres ¿hay algo más hermoso? ¿Y más sencillo? Eso es la alegría de vivir.
Yo lo resumí en una historia: la felicidad más grande y la felicidad más sencilla. Les contaré ahora esa historia que tiene el curioso título:
La felicidad dual
Una vez hace mucho tiempo, cuando los dioses parecían todavía estar muy cerca de las personas, vivían en una pequeña ciudad dos cantantes llamados Orfeo. Uno de los dos era el más grande. Había inventado la cítara, una antecesora de la guitarra, y cuando él rasgaba sus cuerdas y cantaba todo el mundo a su alrededor quedaba cautivado. Los animales salvajes se tumbaban mansos a sus pies, los altos árboles se inclinaban hacia él: nada podía resistirse al embrujo de sus canciones. Como él era tan grande quiso conquistar a la mujer más hermosa. Luego comenzó el descenso. La bella Eurídice murió durante la boda y la copa que Orfeo mantenía en alto se rompió. Sin embargo, para el gran Orfeo la muerte no significó el final. Con la ayuda de sus grandes artes encontró la entrada al mundo subterráneo, bajó al reino de las sombras, cruzó el río del olvido, pasó frente al cancerbero, alcanzó vivo el trono del rey de los muertos y lo conmovió con sus cantos.
La muerte dejó a Eurídice en libertad, pero bajo una condición, y Orfeo que estaba tan feliz no se percató de la malicia que se escondía detrás del favor.
Orfeo inició el camino de regreso y escuchó detrás de sí los pasos de la mujer amada. Ambos pasaron frente al cancerbero, cruzaron el río del olvido, comenzaron la subida hacia la luz a la que veían en la lejanía. Entonces Orfeo oyó un grito –Eurídice había tropezado- aterrorizado Orfeo se dio la vuelta y vio todavía cómo las sombras caían en la noche. Estaba solo. Consternado de dolor cantó la canción de la despedida: “¡Ah, la he perdido, toda mi felicidad acabó!”. Orfeo pudo encontrar el camino de regreso pero su vida luego de su paso por el reino de los muertos se le había vuelto ajena. Algunas mujeres borrachas quisieron atraerlo a la fiesta del vino nuevo, Orfeo se resistió y entonces las arpías lo despedazaron vivo. Tan grande era su desgracia, tan efímero su arte. Pero: ¡Todo el mundo lo conoce! El otro Orfeo era el pequeño. El sólo era un cantante popular, actuaba en pequeñas fiestas, tocaba para la gente común, brindaba pequeñas alegrías y él mismo se divertía. Como él no podía vivir de su arte aprendió otro oficio, un oficio común y corriente, se casó con una mujer común y corriente, tuvo hijos comunes y corrientes, pecaba de vez en cuando, vivió una felicidad común y corriente y murió viejo pleno de vida.
Pero: ¡nadie lo conoce, salvo yo!
Bert Hellinger