La sobriedad

Está sobrio aquel cuyo entendimiento no está enturbiado, así como lo podemos observar con alguien bebido. Una pasión enturbia igualmente el entendimiento, como se ve en los enamorados. La creencia en algo que, aunque imposible de comprobar, nos provoca esperanzas o nos instila miedo, también nos enturbia el entendimiento, como lo haría por ejemplo una superstición.

Quedar presentes al entendimiento nos resulta difícil. Parece que necesitamos, para quedar sanos, salir de nosotros mismos, como cada noche en los sueños. Al despertar de ellos, nos sentimos mejor y podemos nuevamente enfrentarnos a la vida.

En el fondo, cada distracción y lo que se llama pasatiempos son un descanso de la sobriedad. Tal vez, mirándolo con sobriedad, es apropiado y beneficioso renunciar a la sobriedad en momentos dados.
Conectamos la sobriedad con el entendimiento. Sin embargo, el entendimiento sólo abarca una parte de la realidad. El impulso que nos arrastra, por ejemplo en el amor entre hombre y mujer, obedece a otras leyes que las de la razón sobria y, en los resultados no sólo es mayor y más satisfactorio sino que es más verdadero.

Sin embargo, las peores aberraciones, los actos más crueles, los experimentos más extravagantes son el resultado de ideas desquiciadas contra la razón. Sobre todo porque no podemos prever ni considerar los efectos de tales comportamientos.

Surge entonces la pregunta: ¿es la razón razonable razonablemente suficiente? O ¿se vuelve realmente razonable cuando otro elemento más entra en juego, un elemento que abarca más en su percepción que la sola razón?
Un elemento que encuentra vías que, aun siendo imprevisibles, son a pesar de todo, un guía hacia el objetivo. Lo que aquí debe entrar en el juego es el alma, un alma extensa.

¿Qué significa eso? Pues, que incluso nuestras decisiones supuestamente razonables se toman bajo la influencia de la discriminación entre el bien y el mal, así como la consciencia nos lo impone. Esto ocasiona mucho daño. No obstante, habiendo cruzado el linde de la consciencia, experimentamos otra fuerza que reúne, en un nivel más elevado y más abarcador, lo que se encuentra en oposición.

Sólo aquel que percibe los movimientos de esta alma y se deja guiar por ellos, alcanza aquella sobriedad que permite percibir y reconocer a los demás y a uno mismo, sus impulsos y sus sueños, dejándoles encontrar sus límites y ocupar su sitio en el conjunto.

Bert Hellinger

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