Las enfermedades sacan a la luz algo inconcluso. Nuestra gestión habitual de la enfermedad impide que esto ocurra porque, lo que buscamos en la mayoría de las veces, es deshacernos de ella. Podría decir incluso: de esta misma manera, nos queremos deshacer de un karma. Y cuando nos hemos librado así de la enfermedad, el karma sigue su camino. Esa forma de tratar la enfermedad se eleva en contra de la salud en su totalidad. Sobre todo, se eleva en contra de un amor más grande.
En las enfermedades, podemos observar que ellas representan a personas que han sido excluidas. Estas personas, a través de la enfermedad, piden la palabra. Si les permitimos manifestarse, puede a continuación iniciarse en nuestro interior un movimiento hacia estas personas excluidas. Entonces, la enfermedad cumple con su propósito. Está al servicio de un amor más grande.
A veces, sabemos quiénes son las personas excluidas. Por ejemplo, sabemos si un hijo ha sido dado o si ha sido abortado. A veces, sabemos si alguien en la familia ha sido condenado por ser un criminal, llevando a que nadie más quiera meterse con él. No obstante, él sigue perteneciendo a la familia y se manifiesta en una enfermedad. Por lo tanto, se trata en caso de enfermedad sobre todo de asentir a ella, tal como se presenta. Sólo con este asentimiento, puede la enfermedad empezar el movimiento que incluirá nuevamente a los excluidos.
Meditación: Sanación a través de otra consciencia
Nos adentramos ahora en nuestro cuerpo y sentimos dónde algo duele, dónde algo perdió su equilibrio, dónde algo dejó de funcionar enteramente, y lo miramos. De cerca, con precisión, siguiendo nuestro sentir. Luego, creamos una distancia entre eso y nosotros, de modo que pueda estar fuera de nosotros, de pie, tumbado o en movimiento.
Con este mayor distanciamiento, nos exponemos a ello. Nos exponemos como personas. Entonces, nos elevamos a una dimensión del espíritu, más allá de ello, y sintonizamos con una consciencia abarcadora. Esta consciencia mira a nuestras enfermedades y a nuestros dolores, los ve en otro contexto y contempla la totalidad con un amor creador. A la luz de este amor, algo sanador se pone en marcha, juntando en su movimiento las partes separadas, para que puedan encontrar la calma y tumbarse para dormir.
Entonces, nos retiramos de aquello que pasó y dejamos que, por si mismo, se ordene.
Regresamos a nuestro cuerpo, en sintonía con estas otras fuerzas y con esta otra consciencia, y decimos: gracias.