Nuestra tierra madre, nuestro país

El país del que procedemos – nuestra patria y nuestra nación – forman parte de nuestro destino, estando en este sentido – país y destino -, íntimamente unidos con nuestra madre.
Nuestra patria es, para nosotros, como nuestra madre.

Recibimos algo esencial de nuestro país y ello nos genera una obligación hacia él. Pues, al igual que en el resto de nuestras relaciones, debe darse un equilibrio entre el dar y el recibir.

A lo largo de nuestras vidas se nos van otorgando numerosos presentes por parte de nuestro país: nuestra educación, la cultura que nos sustenta y el idioma que usamos, nuestra lengua… Por todo ello sentimos que tenemos que devolverle algo, devolver algo a nuestro país, y esto lo hacemos poniéndonos a su servicio de diferentes maneras.

A veces, nuestro país vive conflictos o se ve atravesado por dificultades como las que hemos visto en Croacia, Serbia, Bosnia o Albania en Europa. Estos países han pasado por momentos muy delicados, tantos que su gente tuvo que verse obligada a huir o a marcharse hacia otros lugares. En este sentido, y, al mismo tiempo, se vieron en la tesitura de negrse a compartir el destino que le había tocado a su nación. ¿Cómo repercute todo ello en la historia y el devenir de un país? Sencillamente, haciéndole perder su fuerza y sus capacidades para avanzar hacia adelante y superar las dificultades del pasado.

Es así que, al dejar detenida toda su capacitación, y, al retirar las aptitudes que hubieran impulsado la prosperidad en su propia tierra, podemos observar cómo muchos de los ciudadanos de estos países acaban rechazando al mismo tiempo el servicio que podrían prestar al país que les acoge.

De manera que, tanto en el país de proveniencia como en el de acogida, permanecen en una actitud de: Tomo sin dar nada a cambio.

Y esto lo he observado asimismo en enfermedades de gente inmigrante. El sentido oculto es: Huyo de las obligaciones de mi lugar. En muchos casos, el regreso de la persona a su lugar de origen supone la curación de su enfermedad.

Es verdad que mucha gente se ve obligada a abandonar sus países y a buscar refugio en otros por motivos graves. No lo cuestiono. En este caso, deben ganarse el derecho a ser acogidos y quedarse con todos los beneficios del nuevo lugar a través de su preparación y disposición de servir al país anfitrión.

Esto lo podemos aplicar por extensión al mundo de los negocios:

Una empresa permanece segura si – aun con inversión e intervención en el extranjero – permanece vinculada a su país de origen, sirviendo con sus beneficios a la prosperidad del mismo. Ésta es la prioridad: para afianzar los objetivos y resultados de la empresa resulta fundamental que los pilares de ésta permanezcan enraizados en su madre patria.

Algunos piensan que pueden abandonar su país con la idea de hallar fortuna fuera de él. Esto es indisoluble de la relación que tengan con su madre. Supone la misma pérdida y el mismo origen: si hemos perdido a nuestra madre, perderemos a nuestra patria, y, si recuperamos la relación con nuestra madre, recuperaremos la relación con nuestro país. En él estamos seguros, en sus parajes, en sus lugares… allí reside el mayor sostén y fuerza para nosotros.

¿Qué sucede entonces si una compañía decide establecerse en un país en el que la producción supone menores costes?

De alguna manera es como si esta empresa abandonase su patria. Por otro lado, las empresas sirven también al país donde se establecen, y esto en absoluto lo juzgo. Si en nuestros corazones permanecemos conectados con nuestra tierra madre al tiempo que expandimos nuestro servicio a otros lugares del extranjero, entramos en un movimiento más amplio de globalización por el que diferentes países desarrollan vínculos estrechos que parecían imposibles hasta no hace mucho tiempo. En este sentido, considero la globalización como un movimiento en pro del beneficio de muchos, más allá del de nuestro país de origen, y orientado a una comunidad mayor.

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