Antes de la Pascua me despierto en Argentina y me siento llevado a escribir un texto. Aunque no sé de qué texto se trata. De pronto se me ocurre un título. Me asusto porque no sé adónde me llevará. En este caso el encabezado era La despedida de Dios.
Ese texto lo escribí temblando y con miedo sin saber a dónde me llevaría. Así fue que empecé con la primera frase. A partir de allí fui transportado palabra por palabra, sin saber hacia dónde iba. Al final quedó claro que se trataba de un texto sobre la despedida del Dios de los muertos.
El domingo de Pascua hablé de este tema frente a más de 250 participantes de un curso sin referirme en concreto a nada de ese texto. Se trató nuevamente de otro texto, aunque me sentí llevado por el mismo movimiento, en la misma dirección.
Me animo a decir que la Pascua es sobre todo nuestra resurrección de la tumba de Dios, de la tumba de ese Dios que nos arrastra hacia los muertos y que más allá de cualquier aseveración se revela como un Dios de los muertos.
Constelación
¿Qué ocurrió después? Yo pregunté quién del grupo tenía algo que consultarme para que yo pudiese buscarle una solución. Muchos participantes levantaron la mano. Como guiado por un movimiento interior elegí a uno de ellos, alguien a quien yo no conocía ni sabía nada de él.
El me contó algo general de lo cual no pude obtener mucha información. Entonces le pedí que simplemente se ubicase. En ese momento se me ocurrió colocar una alfombra enrollada delante de él y pedirle que pasase por encima.
Con pasos pequeños se dirigió muy lentamente hacia la alfombra, como si fuese hacia un límite que no se animaba a cruzar. Él permaneció a cierta distancia de la alfombra y nunca dejó de mirarla. Yo le dije que por encima de ella mirase a lo lejos.
Sólo en un momento logró hacerlo. Por el contrario, se arrodilló ante esa alfombra. De repente entendí que esa alfombra representaba un muerto por sobre el cual él no se animaba a pasar.
Se lo dije. Le pedí entonces que se pusiese nuevamente de pié y que por sobre esos muertos marchase a su futuro. Cuando le fue posible respiró profundamente. Yo le pregunté como se sentía. El dijo: Muy bien. Entonces lo mandé de vuelta a su sitio.
El trasfondo
Después supe que él era un cirujano y que uno de sus colegas a quien él recientemente había operado había muerto en la mesa de operaciones. A partir de allí su vida había cambiado. Por sobre este muerto él no pudo pasar nunca.
Su esposa, que se encontraba presente, después de algunos días les comentó a los otros participantes que de pronto sus vidas y su relación habían cambiado por completo. Él había resucitado de los muertos.
Nuestra resurrección de los muertos
Después de esa constelación dejé que en grupos pequeños los participantes practicasen por separado pasar por encima de un muerto y de esa manera resucitar de los muertos.
El texto que debí escribir esa mañana me preparó a mí y a muchos otros para la experiencia de la resurrección de los muertos de un modo que de ninguna forma era previsible para mí. A través de él, tanto yo como los participantes nos preparamos para una experiencia en la cual nos sentimos guiados por otras fuerzas – al servicio de la vida, que derribaron muchas viejas imágenes de Dios que llevábamos en nosotros y nos hizo resucitar de los muertos, de un Dios de los muertos a un Dios vivo que dice: “Mira, yo hago todo nuevo”.
Bert Hellinger