Separación temprana de la madre


La observación que he hecho es que en la mayoría de los seres humanos ha habido una separación temprana de la madre y el efecto es que después de eso la criatura se aleja de la madre. Muchas veces la criatura está llena de rabia, e interiormente se separa y ya no se acerca a la madre. Es decir, la separación no tiene nada que ver con querer o no querer. Es la consecuencia de un trauma de separación y esta vivencia tiene un efecto sobre todas las relaciones posteriores, sobre las relaciones de pareja, y también tiene consecuencias en nuestra profesión. En la configuración lo podemos observar cuando colocamos enfrentados hombre y mujer y uno de ellos o ambos se quedan detenidos, no se acercan al otro, se mantienen esperando a que el otro se acerque. Y si éste se acerca, el otro se retira. Y todo está en relación con esa separación de la madre.

Entonces se da la pregunta, ¿cómo podemos superar esa separación temprana? ¿Cómo podemos volver a retomar el movimiento hacia la madre para volver a sentir la unidad? Es un proceso muy complicado y está relacionado con un profundo temor, y si lo logramos tiene efectos sobre todas nuestras relaciones posteriores. Ahora me desvié, me perdí. Porque yo quería quedarme con las enfermedades, pero aquí pudimos ver que también tenía un papel importante. Ahora me pregunto, ¿sigo con las enfermedades o lo llevo en dirección hacia la madre? Lo segundo. ¿Ok?

Entonces voy a explicar algo con respecto a esto. Después de la separación, después de esta experiencia, cambia en nosotros la imagen que tenemos de la madre. Habíamos tenido y hecho experiencias tan bellas contenidas por ella, acariciadas por ella. La miramos a los ojos y nos encontramos felices. Y ahora pruébenlo en ustedes mismos.

Cierren los ojos.

¿Cuántas imágenes guardan de su madre? ¿Y cuáles son las emociones ligadas a estas imágenes? Según mi observación, la mayoría no tiene más que cinco imágenes de su madre. Cinco recuerdos. Todos negativos. Todos ligados a un rechazo o un reclamo. Y si ahora me imagino y si solo observo cómo las madres se ocupan de sus hijos y muchos de ustedes que tienen hijos, ¿Cuánto amor se entregó a los niños? Y lo mismo vale para el padre. ¿Y ahora solo le quedan a la criatura cinco imágenes negativas? ¿No es extraño eso? ¿Y cómo estas pocas imágenes y estas emociones envenenaron toda nuestra vida y envenenaron todas nuestras relaciones? Ok.

¿Lo comprendieron ahora? La pregunta es, ¿Cómo superamos eso?

Ahora voy a hacer un ejercicio con ustedes.

Cierren los ojos.

Ahora regresamos al tiempo antes de esa vivencia de separación, de división. Regresamos a la felicidad temprana.

Por ejemplo, regresamos al útero materno, totalmente uno con ella. Respiramos con ella. A través de su respiración, respiramos. Cuando ella exhala, también nosotros exhalamos. A través de la misma sangre, lo que siente también lo sentimos nosotros. Si está contenta tal vez nos movemos en su regazo. Y ella siente que nosotros compartimos esta alegría. Y si tiene temores también lo sentimos. En todo sentido somos con ella un corazón y un alma.

Luego nacemos. De pronto separados de ella y por primera vez respiramos por nosotros mismos. Inhalamos el aire, y nuestros ojos buscan los ojos de la madre. De inmediato la reconocemos. Le tendemos las manos y ella las toma y nos acerca al pecho. Finalmente de nuevo con ella. Nos da su pecho, nosotros tomamos y continuamos. La miramos a los ojos, protegidos y seguros en todo sentido junto con ella.

Y luego siempre está ahí presente.

Solo necesitamos gritar y de inmediato está ahí. Así vamos creciendo, jugamos con ella, ella con nosotros y nos sentimos felices ligados a ella en todos los sentidos. Y ahora nos detenemos y nos aferramos a estas imágenes hermosas. Nos llenamos de las imágenes y, mientras nos dejamos iluminar por ellas, nos sentimos felices. Las imágenes negativas se desplazan hacia el fondo y las emociones ligadas a estas imágenes también se desvanecen. De pronto nos sentimos uno con nuestra madre.

Y ahora nos imaginamos así como nos encontramos ahora, estar frente a nuestra madre a cierta distancia, la miramos a los ojos continuamente.

Y ahora con esas imágenes en el corazón y con la mirada de sus ojos, damos un pequeño paso hacia ella. Y sentimos los temores, el temor de dar ese paso. Los temores y dolores antiguos vuelven a resurgir, pero con las imágenes hermosas y felices frente a nosotros y con la mirada a sus ojos damos el primer pequeño paso hacia ella. Este paso lo logramos y esperamos.

Nuevamente enfocados en los recuerdos felices y, cuando notemos que hay suficiente fuerza en nosotros, damos el siguiente pequeño paso. Y entonces el tercer paso y el cuarto y volvemos a esperar. Ya se hizo más ligero y más fácil acercarnos a ella. Respiramos profundamente y nos alegramos del recorrido logrado de habernos acercado a ella.

Luego el siguiente paso. Cada vez se hace más fácil.

La miramos a los ojos y nos alegramos. Y ella se alegra de que finalmente nos acerquemos. Otro paso más y otro más. Ahora ya nos encontramos muy cerca, la miramos a los ojos y le decimos, “Querida mamá”. Y nos entregamos a sus brazos. De nuevo con ella. Finalmente de regreso a casa.

Y ahora sentimos lo diferente que se siente todo nuestro cuerpo, cómo nos ampliamos interiormente. Por fin de nuevo completos.

Bert Hellinger

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