La claridad


La claridad es amplia. Discierne un contexto mas vasto de las cosas, de las razones secretas, de las posibilidades y consecuencias. Siempre para bien.

No necesita demostrar nada, pues, es a la vez clara y sin punto de vista definido.

Y precisamente es porque es clara por lo que no tiene punto de vista. Sólo lo estrecho

necesita un punto de vista, pues así éste le permite diferenciarse. Al ser clara, la claridad puede a la vez ser amplia.

¿Cómo podemos acceder a la claridad?

Primero, tomando distancia. Para que haya un espacio entre nosotros y la situación que queremos entender mejor. Sólo así accedemos a una visión de conjunto.

Luego, renunciando a formalizar la situación sobre la base de nuestro saber adquirido y de nuestros deseos personales.

En su lugar, entregados a la confianza, dejamos actuar sobre nosotros El Todo, en toda su complejidad, incluso con lo que nos parecen ser contradicciones, hasta que, ante nuestro ojo interno, El Todo, en su diversidad, se organice en un orden dinámico. Y emerge lo esencial, el próximo paso a dar, la toma de consciencia decisiva.

Por lo que la claridad no es algo que se consigue a fuerza de trabajo, sino que es un regalo dado al que sabe esperar con presencia activa y a la vez distancia.

Tal un relámpago, la claridad emerge a veces de lo que se presenta a nuestra mirada como un conjunto caótico y durante un instante ilumina el contexto en el que evolucionamos y en el que debemos probarnos.

Es nuestra mientras actuamos en acuerdo con ella y evoluciona conforme actuamos. Sólo en la acción se vuelve totalmente clara.

Por ese motivo no es posible enseñarla o demostrarla fuera de la acción. Para los que actúan, sobre todo para los que actúan junto con ella, en acuerdo con ella, es clara.

Es a través de la acción cómo evoluciona y se profundiza.

Bert Hellinger

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