El generoso

El generoso desborda. Da más de lo que los otros esperan de él, sin esperar nada de ellos. Generosidad es asentimiento, asentimiento puro.

Cuando somos generosos, dejamos de lado muchas cosas. ¿Para qué la estrechez y la mezquindad? Al generoso eso no le incumbe. Se mantiene a distancia, consigo mismo.

El generoso ha dejado mucho tras de sí, especialmente las grandes pretensiones. Se adapta a las circunstancias, sin darle mayor importancia a las limitaciones.

Generoso es, sobre todo, el Espíritu. Vivimos su asentimiento y afecto hacia nosotros como algo generoso. El Espíritu no necesita llevar la cuenta. Su movimiento es siempre continuo, pasa inmediatamente a lo próximo. Es extenso y amplio. Tiene en su mirada la grandeza y lo esencial. Así lo sentimos cuando nos toma y estamos en sintonía con su movimiento.

El generoso deja al pasado ser pasado, sin detenerse en él. La grandeza mira hacia adelante con coraje, porque para nosotros todo lo grande está adelante.

La generosidad nace en la comprensión de que sólo lo grande importa, sobre todo el Gran Amor. Ser generoso significa también ser grande de corazón. El amor de corazón grande deja que el pasado pase. Ama hacia adelante, hacia el futuro, generosamente.

El generoso se mantiene en recogimiento hacia lo mucho y lo amplio. Al ir al unísono con el movimiento hacia adelante, se somete a él en todo momento. Es sostenido por él y por él es llevado.

El corazón del generoso late sereno, generosamente sereno.

Bert Hellinger (2008), MÍSTICA COTIDIANA. CAMINOS DE EXPERIENCIAS ESPIRITUALES. pp. 108-109.

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